Mi estación preferida del año es el verano y especialmente el mes de julio. Me encantan sus tardes interminables, su olor a piscina, a césped recién cortado, a mar…

He tenido la fortuna de pasar muchos veranos de mi vida en la playa y no creo que haya nada mejor que una buena conversación en la arena, con la brisa cálida de la tarde y una puesta de sol junto al mar.

Las circunstancias de la vida, me han hecho pasar de los atardeceres naranjas y cálidos de la costa de Huelva, al anochecer rosa y húmedo del litoral mediterráneo.

Ahí estábamos, un largo día de julio del verano pasado, recibiendo la noche,  como prolongación de una tarde de playa. Envueltos en las toallas por la humedad del levante y “arreglando el mundo», con varias parejas, amigos del alma.

Mi amiga Mar (sé que no le importará que la mencione por su nombre), sin previo aviso, se dirigió a mi marido con la siguiente pregunta: “Pepe, ¿tú cómo sabes que Marisa te quiere?”

Se hizo un silencio expectante en las conversaciones cruzadas. Todos los matrimonios presentes se sentían interpelados.

Mar esperaba respuesta. Pepe, buscaba una salida. Todos los demás, casi conteníamos la respiración.

Mi marido, intentando echar balones fuera y escapar de la situación, contestó sonriente que no le parecía pregunta adecuada para una tarde de playa.

Mi amiga, que entre sus muchas virtudes tiene la de no darse nunca por vencida, le repitió la pregunta: “Venga, dime: ¿cómo sabes que Marisa te quiere?.

Viendo que no tenía escapatoria y deseoso de terminar con el asunto, mi marido con cara de risa respondió:  “Sé que mi mujer me quiere, porque me aguanta”.

Sin recoger el guante del humor, Mar contra-argumenta: “tú también aguantas a tu jefe y no creo que le quieras mucho”.

La respuesta inapelable de Mar y su firmeza de roca, hacen que mi pobre marido sienta que no es posible, ni encontrar la respuesta que necesita, ni zafarse de la pregunta. 

Entonces, Mar decide echarle una mano y poniendo fin al suspense, aclara ella misma: “Tú sabes que Marisa te quiere porque te cuida”.

No sé si fue por el relente del inicio de la noche o por la afirmación de Mar, pero un escalofrío recorría mi espalda y la emoción subió de mi corazón a mis ojos.

Realmente, Mar acababa de darme una de las mejores definiciones de amor que he conocido.

Sabemos si queremos a una persona si la cuidamos.

¿Quieres querer más a tu marido, a tu mujer?: ¡CUIDALO!

Sólo dos puntualizaciones: 

1.- En el matrimonio hay que aprender a cuidar y a dejarse cuidar.

2.- Está en nuestra mano y siempre podemos mejorar. Pon la cabeza y la voluntad en ver cómo puedes cuidar a tu cónyuge y enséñale con cariño, cómo tú necesitas ser cuidado.

Si centramos nuestro matrimonio en cuidarnos, mejorará no sólo nuestro matrimonio, sino toda  nuestra vida.