La mayoría de las personas que acuden a mi despacho manifiestan que se comunican mal con su pareja o con sus hijos.
Puedo comprobar como, en muchas ocasiones, los problemas en las relaciones personales tienen su origen en una mala comunicación.
Y es que la comunicación es esencial para el amor. Si ante una petición de acercamiento no hay respuesta o nos encontramos con una crítica, queja o prisa, se produce la evitación, el distanciamiento, el silencio.
Hay parejas o familias que viven solos en compañía.
La sola presencia de la persona que nos ama debería interpelarnos:
¿Soy importante para ti? ¿Estás ahí emocionalmente para mi? ¿Puedo contar emocionalmente contigo?
Nunca estas preguntas (hechas de manera expresa o no) deberían quedar sin respuesta.
Pero ¿qué necesitamos para comunicarnos bien?
Destacaría tres cosas:
1.- Tiempo
2.- Aprender a escuchar
3.- Saber verbalizar nuestro mundo interior.
Vivimos inmersos en el mundo del ruido y de la prisa. Nos falta tiempo. ¡Ojalá el día tuviera más horas! exclamamos abrumados. Estamos permanentemente conectados. La radio del coche se enciende a la vez que el motor. La TV es música de fondo, aunque estemos en otra habitación. Salimos a correr y nos colocamos los cascos antes que las zapatillas. ¡Nuestro wifi echa humo! Tenemos en nuestras manos el móvil y la tablet mientras vemos la tele. ¡¡¡¡Qué estrés!!!!
En la era de la comunicación vivimos, la verdad, bastante desconectados. Nunca los niños han estado tan solos, los ancianos tan abandonados y tantas parejas con vidas paralelas.
Cada vez abundan más los LAT (living apart together). Se trata de un modelo de pareja en el que cada uno pueda mantener su vida, su independencia, incluso su propia casa. Living alone together: viviendo solos juntos
¿De verdad queremos vivir así? ¿Qué podemos hacer para mejorar nuestra comunicación?.
Hay que ser realista. No podemos parar el mundo o hacer que vaya a nuestro ritmo. Pero quizás podamos cultivar el silencio, parar un momento, priorizar y quizás dejar alguna cosa que sea menos imprescindible.
Seamos sinceros: tiempo de calidad es sinónimo de tiempo escaso.
Para hacer a una persona partícipe de nuestro mundo interior o para recibir lo que ella necesita compartirnos hace falta calma.
La buena comunicación no es compatible con el aceleramiento, la impaciencia, la urgencia o el apremio.
Para conversar, abrir nuestro mundo interior, comprender, hace falta sosiego, serenidad, respeto al ritmo del otro, calma que facilita la apertura y la confianza.
Recibir una confidencia es tener en nuestras manos el alma de otra persona. Es una muestra de confianza que debemos acoger con delicadeza y con responsabilidad. Y debe ser precedido y acompañado de la calma.
Si queremos mejorar nuestra comunicación con las personas que amamos debemos esforzarnos por dedicarles esfuerzo y tiempo.
Tiempo para estar disponibles.
Recuerdo a una madres que, obligada a aguardar reposo en la cama por una enfermedad, me comentaba que nunca antes había tenido la certeza de estar siendo más eficaz para sus hijos y para su marido.
Necesitamos “perder” el tiempo con nuestra familia. Tenemos que ESTAR. Sin un objetivo concreto. Darles la oportunidad de abrir el corazón. En el silencio que favorece la comunicación con la mirada, con la caricia, con las palabras.
¡¡¡Qué de acuerdo estoy contigo, Marisa!!! El tiempo…, ese tesoro que se nos regala, que queremos apresar, y muchas veces no somos conscientes de que, regalándolo nosotros a su vez, es como mejor lo aprovechamos. Necesitamos dedicar tiempo a los demás y, sobre todo, a los más cercanos. Mirarnos a los ojos…
Gracias, Marisa, por recordarnos cosas tan importantes.
Estrella apuntas un tema interesantísimo: el tiempo como un regalo, que se recibe y que se da. Cada vez veo más personas mareadas de tanto darse vueltas a sí mismas. El individualismo nos está dejando totalmente aislados. Sólo mirando a los demás, empezaremos a entendernos a nosotros mismos y a descubrir como la felicidad está más en dar que en recibir. ¡Gracias!
¡Hola Marisa!
Cuánta razón tienes. Hoy estaba en la sala de espera del médico, y además de otros pacientes, estaban lo que parecían ser una madre con su hijo, de unos 10 años, con uniforme escolar.
El chico estaba sentado junto a su madre, pero estaba solo, callado, mirando al frente. Su madre estaba allí, sentada junto a su hijo, pero no paraba de mirar su móvil y de teclear.
Pensé que cuando yo era pequeña mi madre no tenía móvil, ni nada más que estar conmigo en la sala de espera, charlando, tranquilizándome, mientras esperábamos. Y comprendí lo que quieres decir.
¡Gracias!
La tecnología es maravillosa pero hay que saber darle su lugar y que no invada toda nuestra realidad. Nada sustituye una mirada de cariño, una caricia, o una palabra cercana. ¿No nos estaremos escondiendo un poquito detrás de las pantallas, en un mundo siempre «feliz» por temor a enfrentarnos a nuestro propios miedos?.
¡Gracias por tu reflexión Ana!
Sí no nos gustan las prisas de este mundo, cómo construir un mundo más humano? Es que acaso no se puede? O estás en el mundo de las prisas y la superficialidad porque no hay tiempo para profundizar o te vas a países donde todavía siguen a otro ritmo? No podemos hacer nada?? Suscribo por completo toda tu nota, nunca había visto tanto anciano solo, tanto niño al que no hablan, tantas parejas que no se comunican…
Un abrazo
Gracias Victoria! El mundo se cambia a pedacitos y sé que tú colaboras con tu parte!. ¡Un abrazo!